Una educación que busca la unidad entre Fe y Razón

Así como perfeccionamos las ciencias, debemos perfeccionar la moral, sin la cual el saber se destruye. (Isaac Newton)







domingo, 28 de marzo de 2010

Con el Papa




Por José Pedro Fuster Pérez
Asistimos atónitos y con mucho dolor a una manipulación ideológica, sin precedentes, por parte de algunos medios de comunicación que intentan moldear conciencias de los ciudadanos violentando los vocablos y no haciendo justicia a la realidad de las cosas y de los acontecimientos. Quieren manchar el buen nombre del Papa intentando relacionarlo, de algún modo, con los silencios que se produjeron ante los abusos sexuales en Alemania por parte de algunos sacerdotes.

El Santo Padre siempre ha mostrado coherencia y dureza ante estos abominables y execrables casos de pederastia. El dolor que provoca estos casos en el Papa, en los muchos santos sacerdotes, que a Dios gracias hay, y muchos, y en toda la gente de buena voluntad, es atroz y desgarrador porque son personas que han traicionado su vocación y han hecho un daño terrible profanando la dignidad del ser humano.

No hay evidencias, certezas ni siquiera posibles pruebas que lleven a su imputación. Tan sólo hay un deseo..., ¡digamos cosas que algo quedará sobre la "masa" ciudadana!; ¡culpemos al padre de los delitos hechos por su hijo, mayor de edad, que en su libertad ha rechazado los valores más sublimes transmitidos por su padre!; y como han sido muy beligerantes con el aborto y nos han desacreditado, ¡démosle a la cabeza de la Iglesia nuestra medicina, la manipulación ideológica!.
Es la campaña más sucia que he visto por parte de algunos periódicos que presumen de ser independientes. En realidad, son dependientes de corrientes de pensamiento que se caracterizan por relativizar la moral y la ética. El halo fascinador que les produce la facilidad de influir sobre los demás, les ha llevado a perder el horizonte de la objetividad. Cuando se apodera la estrategia de la sospecha, sólo queda esperar su declive moral. Estos periódicos se encuentran en la deriva del pensamiento recto y ordenado.

Estoy con el Papa, cuenta con mis pobres oraciones y manifiesto mi plena adhesión a su persona, haciendo míos sus padecimientos y sufrimientos. Esta campaña orquestada por el laicismo radical, tendrá un resultado final: la Iglesia saldrá fortalecida.

sábado, 13 de marzo de 2010

Aborto libre y progresismo


Por Miguel Delibes
En ABC 20-12-2007
En estos días en que tan frecuentes son las manifestaciones en favor del aborto libre, me ha llamado la atención un grito que, como una exigencia natural, coreaban las manifestantes: «Nosotras parimos, nosotras decidimos». En principio, la reclamación parece incontestable y así lo sería si lo parido fuese algo inanimado, algo que el día de mañana no pudiese, a su vez, objetar dicha exigencia, esto es, parte interesada, hoy muda, de tan importante decisión. La defensa de la vida suele basarse en todas partes en razones éticas, generalmente de moral religiosa, y lo que se discute en principio es si el feto es o no es un ser portador de derechos y deberes desde el instante de la concepción. Yo creo que esto puede llevarnos a argumentaciones bizantinas a favor y en contra, pero una cosa está clara: el óvulo fecundado es algo vivo, un proyecto de ser, con un código genético propio que con toda probabilidad llegará a serlo del todo si los que ya disponemos de razón no truncamos artificialmente el proceso de viabilidad. De aquí se deduce que el aborto no es matar (parece muy fuerte eso de calificar al abortista de asesino), sino interrumpir vida; no es lo mismo suprimir a una persona hecha y derecha que impedir que un embrión consume su desarrollo por las razones que sea. Lo importante, en este dilema, es que el feto aún carece de voz, pero, como proyecto de persona que es, parece natural que alguien tome su defensa, puesto que es la parte débil del litigio.
La socióloga americana Priscilla Conn, en un interesante ensayo, considera el aborto como un conflicto entre dos valores: santidad y libertad, pero tal vez no sea éste el punto de partida adecuado para plantear el problema. El término santidad parece incluir un componente religioso en la cuestión, pero desde el momento en que no se legisla únicamente para creyentes, convendría buscar otros argumentos ajenos a la noción de pecado. En lo concerniente a la libertad habrá que preguntarse en qué momento hay que reconocer al feto tal derecho y resolver entonces en nombre de qué libertad se le puede negar a un embrión la libertad de nacer. Las partidarias del aborto sin limitaciones piden en todo el mundo libertad para su cuerpo. Eso está muy bien y es de razón siempre que en su uso no haya perjuicio de tercero. Esa misma libertad es la que podría exigir el embrión si dispusiera de voz, aunque en un plano más modesto: la libertad de tener un cuerpo para poder disponer mañana de él con la misma libertad que hoy reclaman sus presuntas y reacias madres. Seguramente el derecho a tener un cuerpo debería ser el que encabezara el más elemental código de derechos humanos, en el que también se incluiría el derecho a disponer de él, pero, naturalmente, subordinándole al otro.
Y el caso es que el abortismo ha venido a incluirse entre los postulados de la moderna «progresía». En nuestro tiempo es casi inconcebible un progresista antiabortista. Para estos, todo aquel que se opone al aborto libre es un retrógrado, posición que, como suele decirse, deja a mucha gente, socialmente avanzada, con el culo al aire. Antaño, el progresismo respondía a un esquema muy simple: apoyar al débil, pacifismo y no violencia. Años después, el progresista añadió a este credo la defensa de la Naturaleza. Para el progresista, el débil era el obrero frente al patrono, el niño frente al adulto, el negro frente al blanco. Había que tomar partido por ellos. Para el progresista eran recusables la guerra, la energía nuclear, la pena de muerte, cualquier forma de violencia. En consecuencia, había que oponerse a la carrera de armamentos, a la bomba atómica y al patíbulo. El ideario progresista estaba claro y resultaba bastante sugestivo seguirlo.
La vida era lo primero, lo que procedía era procurar mejorar su calidad para los desheredados e indefensos. Había, pues, tarea por delante. Pero surgió el problema del aborto, del aborto en cadena, libre, y con él la polémica sobre si el feto era o no persona, y, ante él, el progresismo vaciló. El embrión era vida, sí, pero no persona, mientras que la presunta madre lo era ya y con capacidad de decisión. No se pensó que la vida del feto estaba más desprotegida que la del obrero o la del negro, quizá porque el embrión carecía de voz y voto, y políticamente era irrelevante.
Entonces se empezó a ceder en unos principios que parecían inmutables: la protección del débil y la no violencia. Contra el embrión, una vida desamparada e inerme, podía atentarse impunemente. Nada importaba su debilidad si su eliminación se efectuaba mediante una violencia indolora, científica y esterilizada. Los demás fetos callarían, no podían hacer manifestaciones callejeras, no podían protestar, eran aún más débiles que los más débiles cuyos derechos protegía el progresismo; nadie podía recurrir. Y ante un fenómeno semejante, algunos progresistas se dijeron: esto va contra mi ideología. Si el progresismo no es defender la vida, la más pequeña y menesterosa, contra la agresión social, y precisamente en la era de los anticonceptivos, ¿qué pinto yo aquí? Porque para estos progresistas que aún defienden a los indefensos y rechazan cualquier forma de violencia, esto es, siguen acatando los viejos principios, la náusea se produce igualmente ante una explosión atómica, una cámara de gas o un quirófano esterilizado.

lunes, 8 de marzo de 2010

Crisis = oprtunidad


El próximo 8 de abril, jueves, nuestra Aula Educativa de Orientación Familiar y promovido por el Colegio Edith Stein, contará con la Orientadora Familiar la Dra. Marta Pedraz, que nos ofrecerá una charla-coloquio bajo el título: ¿Qué puedo hacer yo para mejorar mi matrimonio?

Por Revista Alfa y Omega nº 65
Los orientadores y mediadores familiares son cada vez más requeridos

Hasta el 80% de los problemas conyugales y familiares pueden resolverse, gracias a la intervención de orientadores y mediadores. La Iglesia lleva ya tres décadas promoviendo los Centros de Orientación Familiar, a los que acuden cada vez más parejas o familias. ¿Qué es, y en qué consiste esta labor?

En un estudio del pasado mes de marzo, publicado por el observatorio Family Watch, se daba a conocer que, en España, era más sencillo divorciarse que darse de baja en una compañía de telefonía móvil. Si para anular el contrato con estos últimos, es necesario un plazo que oscila entre los 12 y los 18 meses, para divorciarse sólo es necesario que transcurran 3 meses desde la fecha del enlace. Los datos son de sobra conocidos y para nadie es ya un descubrimiento el hecho de que, a raíz de las primeras leyes divorcistas, pero especialmente desde la Ley del Divorcio Express de 2005, las cifras de parejas que han puesto un punto y final a su matrimonio se han disparado. Antes del Divorcio Express, las separaciones suponían un 40% de las rupturas, y un 60% los divorcios. En tan sólo cuatro años, estas cifras han dado un giro espectacular, pasando a ser las separaciones un 7%, frente al 93% de los divorcios o rupturas definitivas.Ante este panorama, son cada vez más los matrimonios que acuden a un orientador o a un mediador familiar. En el caso de los mediadores, buscando un final lo más pacífico y diplomático posible; en el caso de los orientadores, buscando la clave para retomar unas relaciones de pareja o familiares muy deterioradas.En España, existe la mediación y la orientación familiar desde hace unos 30 años.

En la actualidad, hay 11 leyes autonómicas sobre Mediación Familiar, que han abierto el campo de la intervención, de modo que un mediador puede trabajar con la familia en diversos ámbitos, como los problemas entre padres e hijos, hermanos, o los propios cónyuges. Estos servicios se ofrecen en los Centros de Atención a la Familia (CAF), de las Comunidades Autónomas. En ellos trabaja un equipo multidisciplinar que aporta a la familia toda la ayuda que necesita en cada caso.Desde hace también unas tres décadas, comenzó a hablarse, en el seno de la Iglesia, de los conceptos de orientación y mediación familiar, y comenzaron a crearse los primeros Centros de Orientación Familiar (COF), hoy extendidos por todo el mundo, también en España, por supuesto, donde contamos ya con 60. Juan Pablo II impulsó con entusiasmo la creación de estos Centros, e incluso se dice que, cuando se entrevistaba con un obispo, solía preguntarle: «¿Tiene usted ya su COF?», aludiendo a la importancia de que cada diócesis contara con un Centro de este tipo.Los profesionales que trabajan en los COF tienen la misma formación académica que los trabajadores de los CAF, si bien es cierto que la motivación de unos y otros puede ser diferente.

En un CAF, básicamente, el objetivo es el «divorcio pacífico y poco traumático», o ayudar a que las personas se separen bien; sin embargo, en un COF el objetivo será siempre intentar salvar el matrimonio, vocación sagrada para los esposos.Por otro lado, las Leyes autonómicas de Mediación Familiar tampoco están hechas precisamente con el objetivo de proteger a la familia. Tan sólo la de Valencia contempla el concepto de reconciliación, o la de Madrid el de prevención.

Para la profesora y mediadora familiar Margarita García Tomé, asesora de la Ley de Mediación Familiar, de la Comunidad de Madrid, la prevención es un concepto básico en la mediación: «Cuando llega una pareja a mi despacho -explica-, aun teniendo tomada la decisión de separarse, siempre les ayudamos a que hagan una reflexión sobre el problema que tienen, qué es lo que lo ha causado, cómo se encuentran, y que decidan en base a esto. Por experiencia, sé que, a veces, las parejas toman decisiones sin reflexionar o tener en cuenta otros factores. Con la mediación preventiva, se evitan muchas separaciones o divorcios. En realidad, muchas parejas no se quieren divorciar; se siguen queriendo (aunque digan que se quieren separar), pero tienen, quizá, que cambiar la forma de comunicarse, entre otras cosas».
«Por esto -continúa la profesora Tomé-, es muy importante saber a dónde se acude. He tratado a muchas personas que se han separado y que, en conversaciones posteriores, me dicen que, de haber sabido el sufrimiento que les iba a traer, quizá no lo hubieran hecho». Una experiencia similar señala doña Franca Tonini , coordinadora del COF de la Universidad Pontificia de Salamanca, y profesora de Orientación Familiar del Instituto de Ciencias de la Familia de esta Universidad «Yo -explica-, a los matrimonios siempre les digo que la separación resuelve un problema, pero acarrea otros cien, sobre todo con los hijos. Los hijos necesitan la unidad y la estabilidad familiar para crecer y desarrollarse de forma armónica y adecuada».
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Imagen tomada de la Revista Alfa y Omega nº65